7 de febrero de 2013

"Hay una hoguera dentro de mí a la que nadie se acerca para calentarse"

Siempre he sentido predilección por las personas diferentes, solitarias y voluntaria o involuntariamente excluidas de la sociedad. Pero sobretodo si esas personas han sido bondadosos, tiernos, compasivos y sensibles, y nunca han recibido el cariño que merecían. Van Gogh sería un claro ejemplo. Pero ahora no voy a hablar de él.
El protagonista de esta breve historia vio en su más tierna infancia a la muerte en el rostro de su padre ahorcado. Pasó toda una vida de soledad y falta de amor ahogando sus penas en alcohol. Aunque no era amigo de nadie, todos le apreciaban. Como siempre suele ser tarde en estos casos, nadie sabía que ocurría tras esa distancia abismal que le separaba del resto del mundo. Hace poco dejaron de verle. Tras varios días sin su presencia, la policía entró en su casa. Esta vez no vio a la muerte en otro rostro, otros la vieron en él.

A pesar de que recuerdo hablar a veces con él desde que tengo uso de razón, no le conocía. Nadie tuvo realmente el privilegio. Sin embargo no puedo parar de llorar pensando en la soledad que inevitablemente día a día arrastra más discípulos. Pensando que por mucho que haya gente que crea en el karma, uno no siempre recoge lo que siembra. Pensando que podemos hacer mucho más, y por egoísmo o ignorancia, no lo hacemos.

D.E.P.

Cuervos sobre el trigal, Vincent Van Gogh. Último cuadro pintado por el artista antes de su "supuesto suicidio".

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