20 de octubre de 2012

Caminos

"Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande, y eso que las he tenido de muchas clases. Sí, podría unir mi vida uniendo casualidades."
Los amantes del círculo polar, Julio Medem.

A veces sientes dentro de ti un impulso que te llama, que arde y te avisa de que necesitas que algo cambie. Y no entendemos bien los motivos, pero llega un día en el que todas las piezas del puzzle encajan.
Soy una persona que no cree en el destino como un poder sobrenatural prefijado e inevitable. Creo que todo tiene una finalidad, incluidas las personas, pero nosotros mismos somos quienes movemos las fichas en el tablero. No puedo decir lo mismo de las casualidades. Creo que las casualidades no existen, que algún tipo de energía o unión mística favorece el transcurso de acontecimientos. O simplemente que esa energía la emanamos nosotros. Puede que únicamente sea que cuando necesitamos algo o lo buscamos, estamos más predispuestos a encontrarlo.

Tiempo atrás, con una crisis creativa provocada por la falta de confianza en uno mismo y una profesora nefasta, estuve tentada de tirar la toalla. Pero parece que hubo alguna mística alineación de planetas que provocó que en una semana escuchase cuatro veces el título de un libro proveniente de diferentes medios. Dicho libro es el que más ha cambiado mi vida hasta el momento. "El manantial", de Ayn Rand, me hizo desear superarme a mí misma, ser diferente a los demás, buscar dentro de mí toda esa fuerza arrolladora que necesitaba y brillar con luz propia.

Cuando realizo un proyecto creativo y me estanco o empiezo a enredarme, me gusta volver al principio. Alejarme y pensar que es lo que quiero conseguir, transmitir, reflejar, para poder continuar siendo fiel a mis ideales.
Hace unos meses de nuevo mi momento personal era delicado, aunque esta vez no se debía únicamente a aspectos creativos o laborales. Decidí que para avanzar necesitaba alejarme de todo lo conocido como en un proyecto, para forjarme, ponerme a prueba, para crecer y absorber conocimientos y culturas diferentes como una esponja. Para buscar mi sitio, si es que esa expresión puedo asociarla a mí misma. Creo que ahora mismo no formo parte de ningún lugar y a la vez de muchos, puede que el problema esté en el modo de plantear la frase. ¿Qué es al fin y al cabo nuestro sitio? ¿Un lugar en el que nos sentimos seguros, sin miedo y queridos? ¿Un lugar en el que podamos ser nosotros mismos? Ahora mismo en este viaje busco encontrar una definición que se adecue a quién soy y quiero ser en un futuro.

En esta autoexploración, introspección y búsqueda espiritual se ha cruzado conmigo tres veces en un día el nombre de un libro, "El Alquimista", de Coelho. No me gusta nada ese autor ni lo poco que he leído suyo, pero sobretodo no me gusta su arrogancia y su afán por predicar la palabra divina. Aún así he comenzado a leerlo. Me guste o no finalmente la novela, creo que es necesario que la lea en este momento. Porque trata de buscar nuestro camino y seguir señales, y aunque no crea que existe la obra de un Dios todopoderoso, es bueno beber de muchas fuentes para encontrar la de la sabiduría.


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