No dejo de sentir dolor. Y las lágrimas
que antes era incapaz de derramar, ya brotan. Y los momentos y las
palabras resuenan en mi mente sin cesar. Y veo lo que no quiero ver,
lo que oculto, lo que duele. Lo que nadie debería vivir. Y reciclo sentimientos, y mudo pieles, y revivo para
conseguir eliminar todo el veneno que hay en mí. Pero el veneno no
se marcha sino que se intensifica, volviendo negras cada vez más
partes, pudriendo cada zona a su paso. Eliminando esperanzas y
ahogando con realidad. La realidad de saber que a nadie le importas,
que vives en la nube de polvo que cuando las partículas se difuminan
te muestra el desolador teatro de tu vida. Y estás ahí: sola,
confusa, preguntándote cuanto tiempo has permanecido en el letargo
sin ser consciente. ¿Cuanto tiempo ha pasado desde que alguien te dio
un abrazo de verdad? no uno de esos que te dan los desconocidos
borrachos cuando te meten la lengua hasta la campanilla. ¿Cuanto
tiempo llevas sin pedir ayuda, pero gritándola con los ojos? ¿Cuanto
tiempo hace que dejaste de intentar ser piedra siendo cristal, para
acabar hecha trizas? ¿Cuanto tiempo llevas vagando en la órbita
cementerio buscando un puto satélite difunto que se choque contra
ti?
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